Hacer algo por el bien de los demás, particularmente por los más necesitados, resulta gratificante. Cuando se hace esto, participando en una actividad para la que se siente tener vocación, se disfruta aún más. Pienso que esta vocación es la que debe motivar la actividad política, para poder reducir (eliminar si es posible) la pobreza. Pero, como los que dirigen las entidades públicas no rinden cuentas a nadie, la corrupción sigue presente.
Somos los ciudadanos los que elegimos a las autoridades del Estado que gestionan el logro del bien común de toda la población. Podemos también fiscalizar la gestión de todas las dependencias que usan recursos públicos. Esa es la misión que se propone el Movimiento Ético, con la participación voluntaria de los ciudadanos.